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El carro se movía a una velocidad diabólica por el sinuoso camino que llevaba al castillo. Benjamin asomó la cabeza por la ventanilla y tembló ante la imponente negrura del abismo. Percibió 2 luces a lo lejos. Otro carro venía de frente y en el angosto camino no había duda del trágico final. Gritó al conductor pero no hubo respuesta.
A su mente llegó una macabra realidad, el cochero no manejaba el carro, los caballos desbocados galopaban hacia la muerte. Tenía que escapar. Su única salvación era arrojarse por la parte trasera. Trepó al techo, corrió a cuatro patas y saltó. Giró la cabeza para ver el choque pero los carros se atravesaron como espectros.
Y lo comprendió, se vio a sí mismo intentando escapar del carro, se dio cuenta que el último salto fue solo un deseo y que en realidad había muerto en el choque.
Este microrrelato participa del concurso organizado por La maldición del escritor