Alguna vez fuimos un pueblo pacifico. Trabajábamos en las minas y la tierra nos regalaba sus tesoros. Un día eso cambió. Tal vez nos volvimos codiciosos y excavamos demasiado profundo. La pobreza y el hambre crecieron y con ellas lo peor de nosotros.
Un extranjero dijo que que debíamos adorar a un nuevo dios que nos devolvería las riquezas. Así empezó todo. Al principio solo unos pocos se unieron a la Orden de Plurak, pero en unos meses todo el pueblo adoraba al nuevo dios.
Una noche el sacerdote de la Orden de Plurak reunió al pueblo y dijo que el dios estaba furioso, que un sacrificio humano era necesario. El pueblo se opuso, aquello era demasiado. Esa madrugada, la tierra tembló y el pueblo fue tragado por el averno. A sus pobladores les espera algo peor que la muerte.