El gordo, como lo bautizó Gabriel, era el cadáver mas pesado que había llegado a la morgue. El forense estaba de vacaciones y el gordo no entraba en las cámaras frigoríficas. Lo colocaron en una piscina inflable con hielo en el medio de la sala.
Gabriel retó a su hijo a mirar una película en la morgue junto al gordo. La noche paso sin sobresaltos, miraron la película, comieron, bebieron y se fueron.
Al otro día llegó el forense y vio el desorden, pizzas y botellas tiradas. Ambos juraban que había dejado todo ordenado. El forense no hizo caso y procedió a abrir el cadáver. En su estomago encontró restos de pizza y cerveza con una fecha de consumición de un par de horas. No hablaron más del tema pero desde ese día ninguno pronuncia la palabra gordo.