Santiago golpeó la puerta de la solitaria casa cerca del camino. Un viejo de rostro pálido y arrugado le abrió.
―Tuve un problema con el auto . ¿Puedo hacer una llamada? El viejo lo hizo pasar y le indicó el camino hacía el teléfono para luego perderse en otra habitación.
Santiago no sabía la direccón exacta por lo que intentó preguntarle al viejo. Salió de la sala y caminó por el pasillo. Algo le llamó la atención en un cuarto. Era una máscara. La tomó entre su manos pero al girarla no pudo ahogar un grito de terror.
Era el rostro del viejo.
―Esa máscara ya es vieja pero usted es joven. Vendrá bien a mi colección.―dijo el viejo sin rostro desde la puerta.
Lo último que vio Santiago fueron las paredes decoradas con decenas de máscaras.